Toda lesbiana reconoce a toda lesbiana. Es sabido.

Cuando entras a formar parte de la comunidad lésbica ésta es una de las grandes pruebas que has de pasar. Te unes a un grupo de eso que yo llamo «lesbianas puras», aquellas que lo tuvieron claro desde el principio o, al menos, desde hace mucho más tiempo que tú e, inevitablemente, antes o después surge la conversación.

Gaydar

«¿Has visto lo buena que está Fulanita?» – dice una.

«Sí, pero es hetero» – comentas tú basándote en la estúpida premisa de que se ha tirado a todo rabo andante que se cruza en su camino.

«¡Qué va! Esa es lesbiana fijo.» – comenta alguna de las lesbianas puras del grupo.

«Pero si tiene novio…» – replicas.

«Es que aún no lo sabe.»

Esa es la frase, la gran frase, la que te deja fuera de juego y te hace sentir como la bruja novata, torpe y descolocada. Lo que te deja claro que acabas de llegar, que no te enteras de nada y que te queda mucho por aprender.

El resto te mira como si estuvieran frente a Bambi y piensan «pobre, le queda tanto por aprender». Y tú te callas y albergas la esperanza de que Fulanita, cuándo por fin «lo sepa», se fije en ti y seas tú la que la saque del armario y le puedas explicar, al perder tu condición de «último mono de la fila lésbica», en qué consiste esto del radar lésbico.

¿Y sabes lo mejor? Que suele ser verdad. Y es que está demostrado que el «gaydar» existe, o al menos algo parecido. Y si no, lean esta noticia «Los científicos holandeses de la Universidad de Leiden confirman la existencia del gaydar«.

Y tu radar, ¿funciona?

Blanco