Una mañana fría de enero mientras dormía, oí como se habría la puerta de la habitación y me susurrabas al oído mientras dormía, no olvides que te quiero. Algo la hacía pensar que podría estar sintiendo que no me quería, algo en su interior sabía que le había roto el corazón a una de las personas que más quería.

Cuando me levanté con los ojos aún enrojecidos no quedaba rastro de batalla alguna en aquella casa inmensa y fría. El silencio era ensordecedor. Y sin embargo en mi cabeza se agolpaban una a una todas las frases que me habías escupido el día anterior. El resultado fue K.O, desvanecimiento en el cuadrilátero con heridas de gravedad.

Recogí las pocas cosas que me quedaban, miré la habitación que había sido mi refugio tantas veces y caminé por el pasillo para bajar las escaleras y llegar a mi coche, salir de allí para siempre. Me prometí no volver nunca más a aquel lugar. No volvería ni con la mente ni con el cuerpo.

Tras de mí quedaron una inmensidad de momentos, pasaron un millar de imágenes por mi cabeza; aquel lugar había sido mi hogar, mi punto de referencia por tantos años y ahora solo albergaba heridas abiertas, rencores, dolores. Por primera vez pensé sólo en mi y en proteger mi integridad; debía salir de allí si quería conservar algo de ella, si quería conservar algo de mí.

Mientras conducía por aquella carretera entre las montañas, la lluvia no cesaba de caer, el parabrisas subía y bajaba velozmente y al mismo tiempo empezaron a caer lágrimas sin cesar por mis mejillas…

Lloré y lloré.

Lloré por la falta de respeto, lloré por los corazones helados, por las almas vacías, lloré de rabia, de pena, de incomprensión, de odio, de impotencia…

Vomité años de injusticia, de frialdad, de ignorancia, de zancadillas, de egoísmo, de posesión, de dolor, de invisibilidad y frustración.

Tras de mí quedó un yo que ya nunca volverá por más que evoques collages de fotos pasadas. Porque yo ya no soy una foto pasada, soy una persona presente visible y orgullosa de ser quien soy.

No olvidé que me querías, ese era tu maldito problema, tu obsesión, tu locura. El problema es que no era a mí a quien querías, querías un dibujo a medida que habías hecho de mí, tu muñeca bien vestidita y sonriente, tu niña buena y «normal». Yo ya no era lo que querías.

Azul.